Ya no son “de cuenta” los pájaros que ahora anidan en el centro penitenciario estatal de Matehuala, que concluyó su ciclo entre el silencio interrumpido por el trinar de pájaros que revolotean por el recinto, cuya última población penitenciaria fue reubicada por el Gobierno del Estado de San Luis Potosí.
Sus pasillos, dormitorios y áreas de recreo albergan todo tipo de historias. Historias que, al igual que la humedad, corroen y penetran las paredes.
El edificio construido en una superficie de 2 hectáreas, fue cedido por medio de una asamblea entre los integrantes del ejido Rancho Nuevo para que en el mes de abril del año de 1989 iniciara operaciones formalmente como Centro de Readaptación Social (CERESO).
“HUÉSPED DISTINGUIDO”, EL MÚLTIPLE HOMICIDA: MARIO GÓMEZ PANDO
Criminales, narcotraficantes, delincuentes y uno que otro inocente con sentencia injusta tuvieron su estancia en este lugar. Algunos muy temidos por ser violentos y despiadados; célebres personajes de la reclusión potosina pasaron varios años en las frías celdas como aquel huésped procedente de la Penitenciaría del Estado, en la Avenida Juárez, el parricida Mario Gómez Pando, quien fue reubicado a la ciudad de las camelias por haber dado muerte a tres o cuatro internos mientras purgaba su condena en el que ahora es el Centro Estatal de las Artes.
Tras varios años internado, suplicó su cambio al Estado de Nuevo León, debido a que ahí tenía familiares, por lo que finalmente fue trasladado a la penitenciaria de Apodaca; no obstante, hubo un reclamo de la regia autoridad penitenciaria, pues el perfil de Gómez Pando era considerado de muy alta peligrosidad, “de lo último que se sabe de él es que también estuvo en Puente Grande Jalisco”, recuerda Enrique Eguía Barrón, quién en el año de 1990 fungió como Subdirector del centro penitenciario de Matehuala.
Este penal también tenía su área de castigo, aquellos y aquellas que solían tener mala conducta eran llevados a la Sección “E”, se les aislaba, era como una especie de calabozo en donde se les trataba de disciplinar.
En la década de los noventa había como 90 reclusos, nunca hubo sobrecupo, “porque de acuerdo a las reglas del sistema penitenciario el hacinamiento acarrea problemas”, señala Eguia Barrón, quien también laboró como Jefe de Observación y Clasificación en el penal de Avenida Juárez #705
El pasado 2 de junio y luego de 34 años en funciones, el Penal de Matehuala con una capacidad para albergar a 240 personas cerró sus puertas para dar paso a una nueva etapa como centro de operaciones de la Guardia Civil Estatal.
Personal administrativo y de seguridad y custodia estaban tristes, les invadía la nostalgia de ver que ya no estarían más en su espacio laboral, algunos en la incertidumbre y otros ya con traslado oficial a la capital potosina.
El tiempo es implacable, sus instalaciones resintieron el paso de los años, en los pasillos, talleres y celdas por donde los reos como anteriormente se les llamaba pasaron la mayor parte de su tiempo, ahora solo hay basura, malos olores, polvo y aves que parecieran burlarse de la utilidad de un centro de reclusión por el que entran y salen a su antojo.
El declive vino a partir del desinterés de la maldita herencia, pues no creció conforme a las necesidades del sistema penitenciario, reconoció Luis David Hernández Narváez, quien fuera Director de dicho centro desde el pasado 8 de mayo del 2022.
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