Conocedor de mi proclividad a las montañas, no fue difícil para mi hermano Daniel volverme a embarcar en una nueva historia, que ni tan nueva como veremos a continuación. Muchos se han preguntado ¿por qué el ser humano tiende a trepar a las montañas cuando su instinto debería ser bajar de ellas e instalarse en las llanuras? Bien podría elaborarse una perspectiva de la historia como la lucha entre las cosas de los cerros vs las cosas de las planicies.

Vamos a Joyas del Durazno, me dijo Daniel en un mensaje de WhatsApp, arribita de Cañada Grande. “Arribita” significa, en el dialecto local, muy pero muy arriba. Significaba trepar. El municipio de Rioverde tiene una orografía heterogénea, culpa de la llamada Revolución Laramide de fines del periodo Cretácico. Eso dio lugar a que el mar se retirara y en su lugar quedaran escarpadas serranías entre profundas cañadas y extensas llanuras. El valle de Rioverde está rodeado por cerros, menos por el norte, lo que le da forma de herradura. Al oeste queda la Sierra Madre Oriental, al este la Sierra del Tablón, y al sur se limita por un grupo de cadenas montañosas llamadas en conjunto “sierras meridionales”, que corren de noroeste a sudeste por la parte del estado que colinda con el estado de Guanajuato. Estas sierras empiezan en la capital (Sierra de San Miguelito) y terminan por el rumbo de San Ciro. Una característica notable es su complejidad litológica. Se consideran extensiones de la Sierra Gorda de Guanajuato. La serranía de Rioverde es parte de estas sierras meridionales. Se dice que tienen un grado fuerte de disección por la acción de antiguos ríos, que producen hondas cañadas. Predominan las piedras calizas que cuando se disuelven originan grutas subterráneas, como las formidables Grutas de La Catedral y del Ángel.

En Rioverde la mitad son cerros y la mitad llanos, me informa Daniel, quien apenas hace unas semanas me llevó al árido llano de San Bartolo. Aunque la población está concentrada en el valle. Solo uno de cada 5 rioverdenses vive en la montaña. Las serranías transversales del sur de Rioverde tienen como eje el río de Bagres, cuyo caudal se origina en la colindancia con el municipio de Santa María de Río y forma una enorme cañada que sigue rumbo al sureste. El río desemboca en el Río Santa María, más allá de la Presa de El Realito.

Se han detectado vestigios prehispánicos en la cañada del río de Bagres que sugiere la existencia de pobladores antes del año 500, cuyas costumbres se relacionan con las culturas mesoamericanas (sedentarios, agrícolas, religiosos), que hasta más tarde serían reemplazados por pueblos nómadas chichimecas, que fue con quienes se encontraron los primeros colonizadores españoles. Es muy probable que en esta zona haya existido un antiguo corredor que conectaba la cuenca del río Verde con Mesoamérica Nuclear, vía la Sierra Gorda de Querétaro, por donde transitaba la obsidiana. También es posible que esta haya sido la ruta utilizada por Fray Juan de San Miguel y fray Bernardo Coussin, al arribar por primera vez al valle en el año de 1544.

Vieras qué bonitos nombres tienen allá las comunidades, dijo Daniel, tales como Banquitos, Encadenado, Puente Prieto, Desparramadas, Charco Oscuro, y con eso terminó de convencerme. Joyas de Durazno se localiza a 60 km de la cabecera municipal de Rioverde, a 10 km de la comunidad de Cañada Grande, a la mitad del camino que sube a la Laborcilla, a 1,900 msnm. Por ese camino se sigue a la derecha a San José Albuquerque y de ahí al Santuario de Torrecitas. No es raro encontrar personas en peregrinación. Joyas de Durazno es una de las tres “joyas” incluidas en el Parque Nacional El Potosí, junto con Joyas de Ventura y Joyas de San Isidro, pero a diferencia de estas últimas, el caserío de Durazno queda apenas afuera del polígono del parque, por lo que no se considera zona protegida. Existen 32 viviendas/familias en la comunidad y una escuela primaria. En algunas casas hay electricidad, en otras wifi.

Nos recibe en su casa Doña Pina, que con sus 80 y tantos años bien parece un roble. Llegamos a su cocina con estufa de leña mientras amasa una cubeta de nixtamal de maíz azul. Nos está haciendo las tortillas. Se disculpa por no tener listo el desayuno. Nos esperaban más tarde. Con ella se encuentra Gabino, su esposo, su hijo Gustavo, (americanista de hueso colorado), su nuera Olga, una nieta y dos nietos. Gustavo es el juez auxiliar de la comunidad, un ser agradable y en extremo risueño. Le sale una carcajada de cualquier cosa que decimos. Olga está preparando el “chilito” (guisado de carne de res en salsa de tomatillo verde y chile serrano) y dice que “ya mero está”. Pero como llegamos muy hambrientos le empezamos a llegar a las tortillas, al queso, y luego a los frijoles de la olla.

La cocina es una cabaña de madera con 4 perros durmiendo afuera. Adentro está “soraya” una perrita embarazada que no se le despega a Gabino. Él ya pasa de los 90 años y en los últimos meses le ha dado por salirse al cerro y perder la noción del tiempo y espacio. Hoy está tranquilo, dice Gustavo, gracias a las medicinas que está tomando. Diego, de 13 años, sigue la conversación con gran interés. Le gusta la física y se queja del bajo nivel académico de su escuela secundaria. Es posible que no pueda estudiar la prepa, porque tendría que trasladarse hasta Santa Catarina.

Pina dice que le molesta un poco el hombro porque tiene un hueso desacomodado. La han querido operar, pero ella no se deja. No se le va un detalle de la plática. Ella es la que ordena las cosas ahí, a la que le hacen caso los perros y las criaturas. Menos “soraya”, que solo le hace caso a Gabino.

Seguimos comiendo un buen rato las enormes tortillas azules con frijoles, queso y chilito. Hay refresco “amarillo” dice Gustavo, mientras nos ofrece unas coronas. Por más rápido que comemos, Olga nos gana en velocidad haciendo las tortillas. Me ofrezco a tortear la masa y logro mi primera tortilla, aunque me queda un poco “mestiza”. Así le dicen cuando no se infla por completo en el comal.

En la finca hay una huerta de alcatraces y recientemente pudieron instalar un pequeño invernadero. La venta de flores es la principal actividad económica de la familia. Bajan a Rioverde a venderlas. Gustavo nos corta unos ramos y los pone en unos vasos con agua. Pina ordena que nos regale unas plantas en su maceta. Se los queremos pagar, pero se niegan a recibir el pago. Tenemos que insistir.

Antes de despedirnos nos tomamos la foto para el Facebook. Si no hay foto es como si no hubiéramos venido, le digo a Pina y le da mucha risa. Gustavo también ríe. Nos acomodamos todos. Nomás faltaron los perros que siguen dormidos afuera de la cocina y Gabino que se quedó descansando. Soraya sí alcanzó a colarse en la foto. Nos decimos adiós. Volveremos pronto, prometemos. Aquí tienen su casa, siempre.

Bajamos de la sierra impregnados del olor del queso y la leña, del color de los alcatraces y el ronquido de los perros. Con el cuerpo y el alma repletos, de comida, de tanta generosidad y muestras de cariño. Cobijados con ese manto mágico que solo las montañas pueden proveer. Llenos también del recuerdo de nuestra madre, quien conoció la electricidad hasta los 15 años, allá en su pueblo de Moris, en las montañas del norte. Quién sabe cuántas cosas habría hecho Lucinda si la vida le hubiera dado más oportunidades.

Pero el mundo no es parejo. Tiene muchos relieves que nos hacen perder de vista a quienes viven lejos de nuestra mirada. O nosotros nos perdemos de la vista de ellos. Gracias por mirarnos y reconocernos. Hasta muy luego.

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