Los resultados de las elecciones en Coahuila e Hidalgo han sacudido a generales y tropa de Morena. Están pasmados. No lo pueden creer. Se resisten a aceptar que los votantes les hayan dado la espalda.
El triunfo del PRI en ambas entidades fue contundente. En Coahuila el tricolor se llevó el carro completo, gano 16 de las 16 diputaciones locales en disputa. Y en Hidalgo el partido que lidera Alejando Moreno conquistó la mayoría de los municipios, 32, según los resultados preliminares del Instituto Estatal Electoral de esa entidad, incluidos los más importantes y con más electores como Pachuca (la capital), Mineral de la Reforma, Tulancingo, Tizayuca y Actopan.
Las primeras reacciones de los dirigentes partidistas morenos han sido de sorpresa y negación de la realidad. Esperaban el hundimiento del PRI y la confirmación del poderío de Morena. No fue así. Los pronósticos sobre su ruina no se cumplieron. Este hecho incontestable provocó la furia y descalificación del líder de Morena, Alfonso Ramírez Cuellar, quien lejos de aceptar el áspero mensaje de la derrota, desautorizó los resultados y trato de justificar su incapacidad y falta de liderazgo inventando pretextos que le quiten responsabilidad por el naufragio que ha sufrido el barco que comanda.
Hay varias interpretaciones que pueden explicar lo que paso en estas elecciones.
Primera-. Los electores enviaron un mensaje de rechazo a Morena. Les hacen saber que la fidelidad de los votantes no es eterna y que en cada elección los partidos y sus candidatos son evaluados para decidir si los premian o castigan. Ha quedado claro que una cosa es el carisma y arrastre que distinguen al presidente López Obrador y otra muy distinta la opinión que los ciudadanos tienen de Morena como partido, protagonista durante meses de escándalos, incongruencias, divisiones y sobradas muestras de incapacidad como alternativa de gobierno.
Segunda-. Esta vez la influencia de López Obrador no estuvo en la boleta. Por sí solos los candidatos del partido guinda no son capaces de ganar elecciones.
Tercera-. Morena es frágil, se le puede derrotar. Se ha derrumbado el mito de que el Partido Movimiento de Regeneración Nacional es indestructible y que fatalmente está destinado a ganar elecciones. Los electores no son tontos y saben evaluar a partir de resultados.
Cuarta-. Se confirma que en las elecciones estatales y municipales los ingredientes específicos son determinantes para ganar o perder. Es decir, cuenta, y mucho, la circunstancia local. Así que para entender lo que pasó en Coahuila e Hidalgo hay que hacer un análisis concreto de la situación concreta.
Quinta-. El gran perdedor de las elecciones del pasado 18 de octubre es Morena por andar creyéndose el cuento de que por estar en el poder tienen votantes cautivos y triunfos asegurados.
Sexta-. La derrota sufrida es un mensaje poderoso y de alerta temprana para el engañoso optimismo de los líderes y seguidores de Morena que creen que pueden ganar en automático cualquier elección. Ahora, derrotados y sentados bajo el ramaje del árbol de su noche triste deben reflexionar, ser autocríticos, dejar el voluntarismo, la soberbia y la ingenuidad para entender que las circunstancias políticas han cambiado y que lo que puede venir en las elecciones del 2021 puede ser un paquete de sorpresas desagradables.
Séptima-. Específicamente, aquí en San Luis Potosí donde todo es guerra de tribus, los líderes de Morena deben aprender que las divisiones, descalificación y escándalos en que se han visto envueltos, tanto el dirigente estatal Sergio Serrano, como los diputados y el súper delegado Gabino Morales tendrán un costo político porque sus desfiguros los exhiben como inmaduros, conflictivos, inexpertos y no aptos para ejercer el gobierno.
Octava-. El partido del presidente López Obrador debe aceptar que las elecciones se ganan con organización, unidad, estrategia, oferta atractiva y buenos candidatos. Activos que aún no tiene Morena en San Luis Potosí. Andan extraviados en un laberinto.
La crisis que hoy vive Morena producto de la agria disputa para decidir quién se queda con la dirigencia nacional ha mostrado a un partido que no acaba de consolidarse; dividido, indisciplinado, anárquico y sin unidad interna. Hasta el propio presidente de la república los ha criticado y les ha pedido que ya se dejen de tanta “politiquería” porque da vergüenza que haya “tanto pueblo para tan poca dirigencia”.
Novena -. Con los resultados del pasado domingo en Coahuila e Hidalgo el PRI se reconforta, agarra un segundo aíre; no está muerto.
Conclusión: No hay victorias en automático. No son tiempos de echar las campanas al vuelo. El mensaje es para todos los partidos políticos.
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