23 de marzo de 2021.
Las autoridades electorales y el gobierno del estado saben que durante el actual proceso electoral pueden llegar a presentarse actos de intimidación y violencia contra los candidatos. Incluso el crimen organizado podría intentar meter mano en los comicios.
Las autoridades minimizan esta posibilidad porque es lo políticamente correcto y no quieren alarmar a la población, ni verse rebasados, pero en secreto, diariamente monitorean lo que ocurre en las campañas y elaboran mapas de riesgos y estrategias de control de daños para alejar el peligro. No pueden permitir que la sangre llegue al rio.
Quienes organizan las elecciones y los responsables de garantizar la seguridad y gobernabilidad del estado se mantienen en alerta máxima porque no desean que la actividad electoral aparezca en la sección de la nota roja en los periódicos. Aspiran a que la civilidad y la paz pública imperen durante las elecciones.
Pero el riesgo de violencia existe porque las pasiones escalan conforme avanza la competencia.
Lamentablemente ya se han presentado casos aislados que no han pasado a mayores. Los más destacados fueron los que ocurrieron hace unos días. El primero sucedió por los rumbos del Barrio del Saucito, en la capital del estado, cuando el líder nacional de Morena, Mario Delgado Carrillo y la candidata de este partido, Mónica Rangel, tuvieron que salir por piernas para evitar ser agredidos por un pelotón de indignados morenistas que querían quemarlos vivos por considerar que les habían impuesto a un Caballo de Troya como candidata.
El segundo caso fue más espectacular y dramático. Ocurrió en la cabecera municipal de Soledad de Graciano Sánchez cuando un grupo de cinco violentos individuos, armados con bates de béisbol, piedras y hasta una arma de fuego lapidaron una camioneta en la que activistas del PAN andaban promoviendo el voto en favor de Octavio Pedroza.
Otro síntoma que revela la existencia de este fenómeno es el temor que han manifestado siete candidatos al solicitar que las autoridades les asignen escoltas para que los protejan porque han recibido amenazas y tienen miedo. O sea que no es que los partidos y algunos de sus candidatos estén viendo moros con tranchete, el riesgo de violencia existe y ninguno de los protagonistas principales en esta contienda quiere ver teñido de sangre su triunfo. Pero además, si llegasen a ocurrir episodios de violencia muchos ciudadanos podrían decidir no acudir a la urna por temor a ser agredidos. Un clima de miedo no conviene a nadie. Menos a las autoridades responsables de garantizar la seguridad y gobernabilidad del estado. Tampoco al INE y CEEPC les simpatiza que el México Bronco pudiera hacer su aparición.
Hay que decir además que hasta ahora de poco han servido los llamados de la autoridad a los partidos y candidatos para que aplaquen su espíritu guerrero. El Pacto de Civilidad que con bombo y platillo se anunció no ha funcionado.
Así que bien harían las autoridades electorales y el gobierno del estado en poner mucha atención a esta amenaza potencial durante el proceso electoral.
Y para que autoridades, partidos y candidatos documenten su optimismo les comparto información referente al número de candidatos que han perdido la vida de forma violenta en el país desde que comenzó el actual proceso electoral 2020-2021.
Según reportan fuentes bien informadas como el portal Animal Político, en su edición del 21 de marzo, ya se han registrado 238 agresiones en el país contra personas políticas a través de amenazas, secuestros, atentados contra familiares, entre otros. Pero el dato más alarmante es que ya suman 61 actores políticos asesinados, de los cuales 18 eran aspirantes a un cargo de elección popular, esto de acuerdo con el indicador de Violencia Política en México elaborado por la consultoría especializada Etellekt. El proceso electoral de 2021 ya se considera como el segundo más violento de la historia, sólo por abajo del de 2018, cuando asesinaron a 48 aspirantes y candidatos. (Tomado del periódico El Universal en su edición del día 22 de marzo pasado).
Conclusión: Más vale prevenir que lamentar. No queremos que haya heridos, amenazados, muertos o secuestrados por motivos políticos. Tampoco es deseable que se instale un clima de pánico entre los electores que provoque altos índices de abstencionismo. Si eso llegara a ocurrir se dañaría severamente la calidad de nuestra democracia y los candidatos electos perderían legitimidad.
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